Fotoreportajes
Tuyo Tuyo
Luego de recorrer un camino de tierra en medio de la selva se llega a Irimo, una comunidad indígena de la Amazonía boliviana a 72 kilómetros del municipio de Apolo –capital de la provincia de Franz Tamayo– y a 400 kilómetros de la ciudad de La Paz. Allí, muy alto, está el árbol de motacú, una especie nativa de palmera en cuyo tallo reposan las larvas de un insecto similar al gorgojo que los integrantes recolectan y consumen. Las llaman tuyu-tuyu, mojojoy o suri, dependiendo de la zona del Amazonas, y es la larva del escarabajo Rhynchophorus palmarum.
El tuyu-tuyu en Bolivia es un plato, pero también una rareza en display para los turistas: son muchos los restaurantes que los tienen ahí, en peceras, vivos. Como si se tratara de un restaurante caro en el que el comensal escoge la langosta que se va a comer. Hay quienes se lo comen directo y crudo, de la tierra o de la pecera, pero también los hay fritos o asados en brocheta. Esta última es seguro la mejor opción para quienes lo van a probar por primera vez. Dice Raquel Lurice Taraniapo que come tuyu-tuyu desde que era una niña y que aprendió a recolectarlas junto a sus abuelos. En Irimo vive con su familia y su esposo Juan Pala Chuiri. Ella tiene 45 años, su risa es fácil y abundante. Ambos se dedican al cultivo de arroz, maní, yuca, sandía y también de motacú, la palmera donde habita el tuyu-tuyu.
Las larvas tienen la apariencia de un gusano no mayor a un dedo pulgar, con un cuerpo blando, hinchado y surcado de anillos y una cabeza oscura, pero son, en realidad, la segunda fase en la metamorfosis de un insecto herbívoro de la familia de los curculiónidos (gorgojos) y el orden Coleoptera. La hembra deposita entre 150 y 250 huevos en el tallo del motacú y una vez sale, la larva se alimenta de los tejidos de la planta para aumentar su masa corporal; luego entra en una fase de crisálida hasta que el capullo se rompe y surge, finalmente, el adulto. https://cerosetenta.uniandes.edu.co/especiales/recetario-rebelde/tuyu-tuyu-el-viscoso-y-nutritivo-manjar-de-la-amazonia-boliviana.html
Temporada de Chuño en La Cumbre
La Cumbre, temporada de invierno en Bolivia, productores del altiplano deshidratan la papa exponiendolas a muy bajas temperaturas cerca de las montañas para obtener el tradicional Chuño, alimento muy requerido en el occidente boliviano. Julio 2022
Mercedario, un cementerio sin muros
El Cementerio Mercedario, en la ciudad de El Alto de La Paz, es un microcosmos sin portero, puerta o muros perimetrales. Pese a que el municipio prohibió los entierros de fallecidos por Covid-19, no hay forma de controlar que así sea y la demanda de nichos lo demuestra.
Mientras los ataúdes de venesta llegan uno tras otro, los albañiles con apenas barbijos -algunos todavía niños- trabajan a contrarreloj para edificar nicho tras nicho. Almuerzan sentados sobre tumbas, son los habitantes vivos del cementerio en tiempos de pandemia.
Lo mismo pasa con los cantantes que, guitarra en mano, despiden a los difuntos para ganar unos pesos, mientras los dolientes dejan de lado la distancia social para expresar el dolor de la pérdida o simplemente guardar silencio solos y bajo un sol que quema.
Agosto de 2020.
Serie fotográfica seleccionada para participar en el proyecto Archivos de una Pandemia y su #exposición El tiempo es una imagen indescifrable, Convocatoria organizada por el Centro Cultural de España en El Salvador.
Recuperación del mercado de la coca. (ADEPCOCA)
Durante semanas, las calles de La Paz han sido escenario de violentos enfrentamientos entre la policía y cientos de productores cocaleros que luchaban por recuperar el acceso y el control del principal mercado mayorista de la hoja de coca.
El pasado 20 de septiembre, de madrugada y con alevosía, un grupo rival afín al gobierno desalojó por la fuerza a centenares de productores de la sede de la Asociación Departamental de Productores de Coca (ADEPCOCA), un edificio singular de cinco plantas, verde por fuera y por dentro, ubicado en el barrio de Villa Fátima, en el norte de la ciudad. En este edificio, que antes era un colegio de monjas y ahora huele, como la coca, a paja húmeda, pasa el noventa por ciento del comercio legal de la hoja. Hasta aquí llegan en autobús cada día cargados con sacos de casi cincuenta kilos de hoja de coca centenares de productores de la región de los Yungas, a unos ciento cincuenta kilómetros de La Paz. Venden su cosecha a comerciantes y, antes de regresar, muchos pasan la noche en el mismo mercado, al que consideran su casa en La Paz. Desde el desalojo, las calles aledañas han sido testigos de los choques entre las distintas facciones que luchan por el control del mercado de la coca. Por un lado, los cultivadores tradicionales y, por otro, los afines al gobierno de Luis Arce, que cuentan con el apoyo de las fuerzas policiales. El olor a gasolina quemada de los cócteles molotov de fabricación casera se mezcla con los gases lacrimógenos durante días, hasta que el pasado 4 de octubre, los manifestantes recuperan de nuevo su casa, la Casa Verde, el edificio de la ADEPCOCA, y con él el principal mercado mayorista de la hoja en Bolivia. Una batalla épica difícil de entender fuera de sus fronteras, en la que se reconocen ya líderes carismáticos como Tomasa Medina, productora de hoja de coca que fue captada por los fotógrafos bailando frente a la policía y que no paraba de denunciar la usurpación: “Desconocemos a ese grupo que está tomando nuestra ADEPCOCA. A ellos nadie los ha elegido”. Este ha sido, hasta ahora, el último episodio de un largo conflicto por el control del mercado, que en los últimos cinco años ha dejado al menos siete muertos. Aunque, para entenderlo, debemos retroceder varias décadas atrás. Revista Cáñamo.
HAMPATURI nos Alimenta
Hampaturi, distrito rural del departamento de La Paz, 15 de abril de 2020.
Productores agrícolas reúnen su mercadería y esperan para trasladarse junto a ella hacia la ciudad de La Paz, la mayoría en camiones y en horas de la madrugada. Durante la pandemia y los horarios restringidos de la cuarentena, los incansables vecinos se dan formas para llegar a la ciudad con los productos que alimentan a la ciudadanía. Abril 2020
Tapetito y Perlita, los payasos Fumigadores
Tapetito y Perlita, payasitos dedicados al entrenamiento hace varios años crearon Clowns Desinfection con el objetivo de llegar a hogares, negocios, e instituciones para su desinfección, actividad que lleva ya dos meses y que realizan llevando siempre una sonrisa.
Israel Choque (Tapetito) y Noemí Cáceres (Perlita) se preparan para salir a trabajar, maquillaje, barbijos, traje de bioseguridad y el material para la fumigación, que es Amonio cuaternario de quinta generación, el cual es un bactericida, virucida que no mancha la ropa ni las superficies además de ser antialérgico y antiséptico. En esta oportunidad recorren las calles de Villa Armonía donde son muy conocidos y queridos por sus vecinos. Ellos esperan volver pronto a los eventos infantiles y cantar cumpleaños feliz a los niños, mientras tanto puedes apoyar su emprendimiento llamando al 65195065 o 79634014 o encontrarlos en facebook como Tapetito show y Payasita Perlita.
Juanita La Cariñosa
Freddy Barragán / La Paz
"El ring es mi vida” asegura Mery Llanos o Juanita la cariñosa como es conocida en el mundo de la lucha libre profesional, oficio en el que lleva 16 años.
Actualmente es la organizadora de Bolivian Wrestling Cholitas, que se lleva a cabo los jueves y domingos por las tardes y noches en el coliseo 12 de octubre de la ciudad de El Alto.
Juanita es mamá de Yurgen, de tres años, y Klinsman, de 14, quienes son su adoración. Es por ellos que lucha, dice, para sacarlos adelante.
Siempre está pendiente de sus actividades escolares, de la disciplina y de darles el apoyo y protección en su hogar. "No es fácil”, asegura, pues el entrenamiento es duro y tratan de hacer publicidad para que el show crezca y se haga cada vez más conocido.
El apoyo es mutuo, así lo demuestra Yurgen, su hijo menor, que tomando la mano de su madre sale del camarín orgulloso. Él siempre la acompaña a dar la vuelta al ring entre aplausos y saludos eufóricos del publico.
El público está integrado por extranjeros que llegan de diferentes países del mundo para disfrutar del espectáculo. El evento es tan inédito y sorprendente para ellos que esperan, hasta la conclusión del enfrentamiento en el ring, para tomarse las fotos junto a las heroínas de la noche.
Klinsman, el hijo mayor, quiere seguir los pasos de su madre y ya ha empezado a practicar en su casa con un ring de 6 postes, único en La Paz. La estructura se arma en el patio antes de cada entrenamiento, mismo que se lleva sólo cuando ha concluido sus tareas.
"Ser peleadora es lo mejor que me ha pasado, si tendría que volver a nacer elegiría ser luchadora” sentencia Juanita la cariñosa, cuya lucha en el ring es igual de sacrificada a su lucha como mujer y madre.
Este fotoreportaje es el resultado del taller "El valor del Momento” a cargo de los destacados fotógrafos Sally Stapleton y Miguel Ángel Larrea
Caravana de Personas con Discapacidad
El Invierno en la Cordillera de Apolobamba
Alejandra Pau / Apolobamba
El clima extremo y los picos de montaña que llegan a más de 6.000 metros de altitud son parte de la Cordillera de Apolobamba. Su paisaje inhóspito alberga vicuñas, llamas y vizcachas que son las especies más visibles de su vasta riqueza silvestre que convive con la flora de parajes brumosos.
En la Cordillera de Apolobamba, que forma parte de los Andes bolivianos y peruanos, el frío radical del invierno se apropia de todo. El viento casi duele, mientras la paja brava pretende permanecer estoica en las planicies al quedar cubierta por la nieve.
Los nevados Chaupi Orco (6.040 m.s.n.m.), Palomani, Katantika, Cololo, Mita, Cuchillo y Akamani, este último lugar sagrado de la cultura kallawaya, son algunos de los picos más altos de la Cordillera de Apolobamba, que se extiende en territorio boliviano por el noreste del departamento de La Paz hasta la altiplanicie de Guarayos y por el norte del lago Titicaca hasta el departamento de Puno, en Perú.
Los lagos y los bofedales son parte del recorrido que se adentra en la Reserva Nacional de Ulla Ulla, creada en 1972 con el objetivo de salvar a la vicuña de la extinción, un trabajo que ha sido desarrollado con éxito. Este grácil mamífero vive libre en esas punas que, a su vez, se encuentran dentro del Área Natural de Manejo Integrado Nacional Apolobamba.
En la actualidad, las amenazas son producto del cambio climático. El frío extremo pone en peligro a los animales que se quedan sin alimento y perecen en invierno. Lo contrario ocurre en otras épocas del año cuando se evidencia un incremento en la temperatura del área, lo que tiene un impacto en varias especies como los reptiles y anfibios y en la disminución de los glaciares.
Estas amenazas no son recientes. En 2009, el proyecto Iniciativa de Investigación de Observación Global en Entornos Alpinos, conocido como Gloria por sus siglas en inglés, realizado por investigadores del Herbario Nacional de Bolivia y la Colección Boliviana de Fauna, determinó que los reptiles y anfibios son especialmente vulnerables al incremento de las temperaturas por el cambio climático en Apolobamba y el Parque Nacional Madidi.
Por otro lado, en 2016, la Sociedad para la Conservación de la Vida Silvestre (WCS) difundió un estudio que revela que alrededor de una treintena de vertebrados del área altoandina de Bolivia puede ser afectada por el calentamiento global, entre ellos la vizcacha, la taruka, el quirquincho, el gato andino, el oso andino y la vicuña.
Rumbo a Pelechuco, se atraviesa el paso de Katantika que en invierno parece otro planeta, la neblina puede cubrirlo todo en cuestión de minutos, lo mismo pasa con la nieve. A medida que se avanza aparece el imponente nevado Presidente. Entre sus parajes pétreos salen al encuentro las vizcachas, que se debaten entre la cautela y la curiosidad cuando algún extraño que está de paso baja de un vehículo.
Si huyen a los resquicios de las rocas no dejan de observar qué es lo que está pasando con los extraños. Al igual que las llamas, soportan temperaturas que descienden fácilmente por debajo de los cero grados.
Saltan, corren y curiosean en medio de la nevada, son animales diurnos y crepusculares. No es extraño que se mimeticen entre las rocas. “La vizcacha es presa de varios carnívoros y aves de presa, pero en particular del gato andino, que es un especialista en la caza de este animal”, destaca la publicación Historia Natural del Valle de La Paz editada por M. Isabel Moya, Rosa Isela Meneses, Jaime Sarmiento y el Museo Nacional de Historia Natural.
La presencia de este mamífero representa en buena medida la conservación de otras especies que se alimentan de ésta.
En la Cordillera de Apolobamba que en el pasado fue parte del señorío Kallawaya, la nieve se confunde con las nubes que están debajo de los picos más elevados.
A pesar de lo inclemente de su clima, toda el área guarda un equilibrio vulnerable que permite la sobrevivencia de especies amenazadas y en peligro como el cóndor o el gato andino, habitantes sagrados de las culturas andinas.
Chari y Lagunillas, medicina ancestral y una botica natural para los kallawayas
Alejandra Pau / Charazani
“Para que florezca tu pensamiento, flores. Para calmar la rabia, cebo. Para cuidar las palabras...”, dice el wata purichi, Loretano Llanos, la máxima autoridad kallawaya de Chari, en el municipio de Charazani. Mientras habla, las personas van poniendo los elementos que describe en la mesa ritual, que se prepara para pedirle sus buenos oficios a la Pachamama, es una ceremonia de sanación.
Llanos guía a cada persona para que incluyan hojas de coca, claveles, confites dentro del círculo hecho de fibra de alpaca, al que ha colocado cebo y algunos huevos. Para esta ceremonia se utiliza a veces un feto de alpaca o un cuy y solamente en posible celebrarla los días pares (lunes, miércoles, jueves y sábado).
La cultura Kallawaya es considerada Obra Maestra del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad, declaración que otorgó la Unesco en 2003. A través de una serie de prácticas especializadas y el uso de hierbas, los maestros herbolarios facilitan el restablecimiento del equilibrio y la salud en el cuerpo, y son capaces de reajustar la relación que existe entre el ser humano y el cosmos.
“Con toda mi fe, con toda mi voluntad hacia la Pachamama preparamos estos rituales; es duro a veces, pero me siento feliz por haber sido elegido para seguir este camino. Nosotros tenemos que pagar a la tierra con las ceremonias; viajamos para dar tratamientos con las plantas y las hierbas. Yo viajo al Perú y a otras ciudades de Bolivia y muchas hierbas llevo desde aquí, de nuestra tierra”, explica Llanos, que es probablemente el wata purichi más joven de su tiempo, sólo tiene 31 años.
En los municipios de Charazani como en Curva, las flores, raíces y hierbas que los kallawayas necesitan para los tratamientos crecen de forma silvestre en las montanas, en los jardines de las casas, en las terrazas agrícolas, al lado del camino. Es su botica al aire libre.
En sus localidades se puede encontrar productos como la pata kiswara, que se emplea para tratar la inflamación de la próstata; o la quina cascarilla, famosa desde hace siglos por tratar el paludismo, que tiene muchas propiedades como ayudar en la digestión y a la cicatrización.
Chari forma parte de la ruta Pacha Trek Caminando con los Kallawayas, un producto turístico que involucra a otras tres comunidades kallawayas: Quta Pampa, Caluyo y Chacarapi, en el municipio de Charazani, y que se encuentran dentro del Área Natural de Manejo Integrado Nacional Apolobamba (ANMIN Apolobamba).
Esta experiencia de turismo rural comunitario permite adentrarse a través de una caminata de tres días a paisajes, ver fauna y flora, montañas, restos arqueológicos y terrazas agrícolas precolombinas. Según una investigación incluida en el plan de manejo de ANMIN Apolobamba, se estima que cuando funcionaban todas las terrazas de la región se podía alimentar entre 180 a 200 mil personas. Estos alimentos se trasladaban a las zonas altas, a las áreas mineras y también a Apolo.
El recorrido involucra a los viajeros con la cultura de las comunidades y los saberes kallawayas. Sus lugares sagrados, rituales, celebraciones, tradiciones, simbología, medicina ancestral son mostrados y transmitidos durante el viaje.
Entre los lugares más importantes para visitar en Chari están los cabildos, lugares sagrados en los que se hacen pagos a la Pachamama; por lo general, son animales vivos o muertos. Inca Paraqhan, es el cabildo más importante de los cinco que existen en la localidad.
Uno de los tesoros mejor guardados de la comunidad son los textiles de las mujeres hacen desde el hilado de la fibra de alpaca hasta obtener mantas, fajas, cintillos, entre otros que tienen diseños que ostentan un nivel de complejidad casi imposible de creer. Una manta puede tomar cinco meses de trabajo.
El objetivo de este proyecto es brindar una experiencia de turismo que vincule la cultura y la conservación de la biodiversidad, contribuyendo a mejorar la economía de las comunidades, según un artículo de la Sociedad para la Conservación de la Vida Silvestre (WCS), institución que apoya este emprendimiento.
La medicina tradicional
Lagunillas está en el municipio de Curva considerada la capital mundial de los médicos itinerantes kallawayas. En la población existe un museo dedicado a esta cultura milenaria en el que se guardan las raíces y plantas que emplean para tratar diversos padecimientos y enfermedades.
La infusión de zarzaparrilla “sirve para purificar la sangre” dice el maestro kallawaya José Calle; esta planta es un depurativo que también se utiliza para tratar problemas renales y hepáticos.
Una planta llamativa por tener espinas, pero efectiva para combatir el asma y la tos es la choquekanlla, aunque la huira huira sea más famosa y se use para el mismo propósito.
Del mismo modo, la infusión y los baños de vapor de jarilla se recomiendan para curar el resfrío; un fin similar tiene en el airampo que sirve para tratar lo que los kallawayas llaman “calor interior”; es decir, la fiebre.
“Hago parches también de lagarto con varias hierbas como el romero, chira chira, ruda, molle y otras plantas. Eso hace fuerza para que los dolores de huesos, golpes, reumatismo, artritis. Yo trabajo con 60 plantas”, explica Calle.
Para cada padecimiento, los kallawayas conocen combinaciones que han sido heredadas por generaciones y que potencian su efecto en la salud.
El uso de animales no queda al margen. A las personas que padecen epilepsia o convulsiones les dan a beber la sangre de murciélago.
Afuera del museo, en medio de una neblina que no deja ver más allá de dos o tres metros de distancia, Calle inicia un ritual. Cada pequeña mesa, que también tiene forma de nido, está destinada a un propósito: salud, fortuna, trabajo, buena suerte, felicidad y dinero. Una a una son entregadas a la persona que más las necesita.
“Esta ceremonia la hacemos para que la persona no tenga ningún enemigo, que haya armonía y para que tenga florecimiento. Cuando la persona tiene fe hay prosperidad (...). Después de que las personas queman la ofrenda en la fogata, nosotros llevamos lo que queda a nuestro apu, que aquí en Lagunillas se llama muñapata”, detalla Calle.
La fe es un componente importante, recalcan ambos kallawayas. De otro modo, no importa el rito, la ofrenda o la receta de hierbas. Nada surtirá efecto si las personas no creen en lo que hacen.
Llanos y Calle explican que el camino del kallawaya está trazado en señales que la familia advierte como el nacimiento de gemelos o mellizos, o que los niños tengan marcas en la piel, lunares, más de diez dedos, entre otros.
“Después crecemos y aprendemos de hierbas, de mezclas, de ungüentos y de infusiones. La vida para nosotros son las plantas que crecen aquí y aquí es también en donde damos ofrendas a la tierra a través de los cabildos. Esto es para que todo nos salga bien, para que haya buena cosecha, cuando necesitamos lluvia o queremos salud para la comunidad. Rituales en los que ahora incluimos a los turistas”, concluye Llanos.
Agua Blanca, la tierra de la caya en la nación pukina
Alejandra Pau / La Paz
El ayllu Agua Blanca, en el municipio de Pelechuco, fue tierra de recolectores y cazadores andinos en tiempos inmemoriables. Ahí en el territorio ancestral indígena de la nación pukina, las nevadas y heladas guardan una relación estrecha con la vida de sus habitantes.
Más allá de sus glaciares y las cimas blancas de sus montañas, el clima extremo es el medio de transformación de ciertos productos que forman parte fundamental de su alimentación.
Para llegar a esta comunidad que es parte de la Marka Cololo Copacabana Antaquilla se debe pasar por Katantika a 4.800 metros sobre el nivel del mar. En invierno, la neblina lo invade todo y cuando empieza nevar las únicas que permanecen estoicas a condiciones tan extremas son las llamas y las evasivas vizcachas.
En esas condiciones y ante la inminencia de las heladas, los comunarios arman carpas o refugios en los alrededores para hacer chuño, mientras otros se ocupan del proceso que implica la elaboración de la caya (qaya o kaya).
“Nosotros producimos diferentes variedades de oca, para hacer k’isa, kawi y k’athi. A la que le decimos ‘chhaku oca’ es de la que hacemos la caya”, dijo la Mama Mallku de Agua Blanca, Felisa Cama.
Una definición simple para la caya es que es una especie de chuño de oca. No obstante, su elaboración requiere más que exponerla a la helada.
La caya es un producto que tiene un olor y sabor muy particular, no es muy sutil y es similar al de un producto fermentado.
Después de la cosecha se selecciona la oca, siguiendo parámetros de color y tamaño, de la que se obtendrá el producto. Los comunarios cavan una poza grande cerca de alguna vertiente o río para que en su interior quede algo de agua limpia. R recubren todo el recinto con paja limpia y encima ponen la oca. Luego de ello esperan a que “le dé la helada”.
El producto queda dentro de la poza entre dos semanas a un mes hasta que finalmente la caya está lista.
“Todo hacemos con caya. Hacemos harina en batán para elaborar el pan, la k’ispiña y la lagua. También hay papalisa con caya, sopa y chairo. La caya es igual de importante para nosotros que la papa”, dijo Basilia Mamani.
Mamani relató el proceso de elaboración de la caya, al mismo tiempo que elaboraba el pan en el patio del albergue de Agua Blanca, a 3.600 metros de altura. Esta comunidad está dentro del Área Protegida ANMIN (Área Natural de Manejo Integrado Nacional) Apolobamba y se ubica en la cabecera de valle, zona en la que existen bosques de polylepis, conocidas como queñuas.
Las comunidades elaboran la caya para almacenarla por varios meses, tiempo que puede exceder el año, y consumirla cuando lo requieran.
Cada familia acopia este alimento además del chuño y la tunta en sus viviendas. Antes de incluir el producto en sopas y otras preparaciones, rehidratan la caya.
Mientras “el pan nuestro de cada día” en la ciudad de La Paz es la marraqueta o la sarnita, en Agua Blanca, a alrededor de 360 kilómetros de la ciudad de La Paz, se mantiene la tradición de comer diferentes tubérculos como la oca y distintas variedades de papas.
Si hay algo que distingue a la comunidad es que las mujeres elaboran el pan con harina de caya, que se llama calpo (qallpu), que posiblemente sea uno de las más oscuras que existen en el país.
A diferencia de los demás panes éste no se hornea, más bien se fríe en aceite y al estar hecho únicamente de este tubérculo no contiene harina de trigo y, por ende, está libre de gluten.
En esta época el pan de caya se acompaña con un dulce de arándanos silvestres que los comunarios recolectan de las montañas. Su consistencia es más líquida que la de una mermelada, pero es muy agradable.
“Nosotros le decimos t’isisa. Una vez al año no más dan estos frutos, junto con la papa cosechamos. De ahí hacemos el dulce, pero no lo vendemos, la preparación no sale de aquí porque tampoco tenemos a quién vender. Lo mismo pasa con la caya, es para nosotros no más. Será porque vivimos muy al fondo, no sé”, afirmó Cama.
La sartén se pone al fogón aunque muchas viviendas ya cuentan con cocinas a gas.
“Debe ser hace unos 10 años que las personas han empezado a tener garrafa. Pero el sabor de cocinar a fogón es más rico, aunque se tarde más en cocinar la comida”, dijo Silvia Sucasaire.
El combustible que se utiliza para el fogón son troncos de queñua, kiswara y se incorpora el estiércol de vaca o llama, insumos que avivan el fuego.
Patrimonio alimentario
Entre el 2010 y 2011, la Sociedad para la Conservación de la Vida Silvestre (WCS) contribuyó a la elaboración del Plan de Gestión Territorial Integral o Plan de Vida de la Marka.
Entre las directrices más importantes del Plan se establece la orientación al manejo ordenado y sostenible de su territorio, y al desarrollo de alternativas de medios de vida sostenibles.
Una de las alternativas para lograrlo es revalorizar su patrimonio alimentario y difundirlo en las ciudades, algo que no ocurre actualmente.
Este fue el objetivo de una expedición en busca de los sabores nativos del Norte de La Paz en la que cocineros de Gustu se unieron a biólogos y científicos de la WCS para descubrir estos alimentos y sus formas de preparación, y la caya fue una de las sorpresas por su versatilidad.
La jefa de cocina de Gustu, Marsia Taha, explicó que a pesar de sus cualidades, la caya es un producto que no se encuentra fácilmente en la ciudad de La Paz.
“Si nosotros queremos conseguir caya, tenemos que buscarla en lugares muy específicos. Y considero que después de conocer todas las posibilidades de este alimento, tiene mucho potencial”, concluyó Taha.
La vida de la comunidad Agua Blanca transcurre custodiada por las montañas nevadas, entre ellas la denominada Presidente. El frío, que se aguanta durante el invierno, anuncia el tiempo propicio para obtener la caya.
Y mientras la nevada no da tregua en el paso de Katantika, las mañanas se hacen más llevaderas con el pan recién elaborado y humeante, hecho del tubérculo que se transforma en ese clima extremo.
El Observatorio de la Rana Gigante, una isla flotante en el lago Titicaca
Alejandra Pau / Sahuiña
El agua del lago Titicaca mece la tarde con todos los matices del azul que tiñe el horizonte hacia las montañas. En la localidad de Sahuiña, a menos de 15 minutos de Copacabana por carretera, se encuentra el único observatorio de ranas que flota en una plataforma de totora. Desde ahí un grupo de comunarios procura que los visitantes conozcan a la rana gigante, una especie endémica que está en peligro de extinción.
Los ejemplares de la rana gigante (Telmatobius culeus) son cada vez más difíciles de encontrar en el lago, atrás quedaron los días en los que el oceanógrafo francés Jacques Yves Cousteau registró ejemplares de hasta 50 centímetros y un kilogramo de peso a finales de la década de 1960 y principios de 1970. Sus características la convirtieron en la rana acuática más grande del mundo.
Desde una de las orillas de Sahuiña, población que tiene alrededor de 120 familias, doña Ana Aguilar, guardiana de las ranas gigantes, aborda un bote para empezar el recorrido.
El Observatorio de la Rana Gigante cuenta con un Plan de Manejo que es aplicado por los socios de la Asociación y Guías Locales de Sahuiña. Ellos fueron capacitados no sólo para su manejo sostenible, sino para promover la conciencia ambiental entre los pobladores y visitantes.
Durante el trayecto describe la riqueza de la fauna y la flora de la región lacustre. Muestra a las panas de pico azul, patos silvestres, chokas y zambullidoras, entre otros. Habla de sus hábitos, dieta y cómo algunas anuncian la inmimente llegada de la lluvia. El recorrido forma parte del tour K’ayra Thakhi, camino de la rana en aymara.
Normativa y turismo comunitario
Los pobladores de Sahuiña viven principalmente de la actividad agrícola y la pesca, esta última ha visto mermada por la contaminación. Un grupo de pobladores decidió dedicarse al turismo comunitario hace varios años. Ahora tienen la asociación de guías, varios tours y un flamante albergue comunal que ellos mismos edificaron, para lo cual aplicaron fondos gubernamentales; pero que aún no funciona porque no está equipado.
La localidad de Sahuiña, en Copacabana, es parte de uno de los 13 municipios establecidos alrededor de lago Titicaca que cuenta con una Ley de Protección al Patrimonio Cultural que determina la asignación presupuestaria para la gestión del patrimonio arqueológico/turístico.
La normativa forma parte del trabajo del Proyecto del Lago, que tiene como objetivo contribuir a mejorar la gestión comunitaria del patrimonio cultural de la cuenca del lago Titicaca y promover el desarrollo del turismo. La iniciativa es ejecutada por la Cooperación Técnica Belga (CTB) y el Ministerio de Culturas y Turismo.
La CTB se ha propuesto apoyar a siete iniciativas ya establecidas, como el observatorio, respondiendo a sus necesidades particulares.
“La finalidad del observatorio es dar a conocer a la rana gigante a través de la vivencia, que la gente pueda comprender su rol en el equilibrio del ecosistema del lago, su vulnerabilidad representa la de otras especies que viven en esta región”, detalla el relacionador comunitario del Proyecto del Lago-CTB, Franz Laime.
En peligro crítico de extinción
Doña Ana dice que si “el lago está muy agitado” no se puede hallar a las ranas. Lo mismo pasa cuando llueve y el agua turbia ingresa a este cuerpo de agua que está a más de 3.800 metros de altura.
La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza considera a la Telmatobius “en peligro crítico de extinción” desde hace varios años.
Su situación es crítica por el deficiente o nulo tratamiento de las aguas residuales que se produce en ciudades circundantes al lago, como Copacabana, el desecho de residuos sólidos, el uso de agroquímicos para la agricultura y la contaminación minera.
Estos factores provocan una contaminación que no da tregua a pesar de las buenas intenciones expresadas por cuanta autoridad de turno fue consultada sobre las acciones que darían solución a este problema medioambiental.
“Hubo durante mucho tiempo una sobrepesca de los ispis, pequeños peces que se consumen tradicionalmente, y que en los últimos cinco a diez años se ha ido reduciendo mucho. Este, que era el alimento principal (de la rana gigante), es actualmente muy escaso. Hay una fuerte competencia con la pesca del ispi al momento de que esta especie busca alimento”, destaca el jefe-curador del área de herpetología de la Colección Boliviana de Fauna, James Aparicio.
En enero de este año, el presidente del Concejo Municipal de Copacabana, Juvenal Mayta, informó a los medios que se ejecutarían cuatro proyectos para mitigar la zona lacustre.
Entre ellos figura una nueva planta de tratamiento porque la antigua está “construida con totora”. La autoridad edil sostuvo en esa oportunidad: “Las aguas residuales están desembocando directamente al lago”.
Aparicio apunta que a pesar de que existe la Veda General Indefinida, que protege a los animales silvestres en Bolivia, no hay organismos que la hagan respetar. “No hay acciones reales que protejan a nuestra vida silvestre (...). En realidad, no se aplican (las leyes) por una falta de decisión política”, analiza el herpetólogo.
En 2015, pobladores de Quewaya, la Isla de Suriqui y Pata Patani denunciaron que hallaron flotando a miles de ranas, peces y aves muertas. Este año se constituyó en uno de los más críticos para las especies que habitan en la región del lago.
Respirar por la piel
Después de conocer sobre las aves y visitar los criaderos de truchas, se llega al observatorio flotante. Las ranas permanecen sumergidas en el lago dentro de un recinto acondicionado, antes de ser mostradas a los visitantes.
Las colocan en una especie de pequeño acuario de plástico. A pesar de la expectativa no hay ninguna de 50 centímetros, todas son muy jóvenes y pequeñas. Doña Ana explica que las ranas gigantes tienen diferentes colores y que se pueden observar verdes, grises, con círculos de colores y hasta con el vientre naranja.
Cuenta que en el pasado se mataban miles de ellas para hacer ancas de rana y venderlas en pensiones, generalmente ubicadas en la carretera; pero además las usaban para hacer batidos afrodisiacos e incluso para fabricar billeteras con su piel en otros países.
A continuación, muestra un ejemplar joven, su cabeza es ancha, algo aplanada y redonda. Su piel tiene muchos pliegues, es viscosa, es a través de la piel que la rana respira. En el acuario se muestran varios ejemplares de anfibios y especies de peces, como la carpa o el karachi, que cayeron en la red.
Un detalle que doña Ana reitera es que en el observatorio no se tienen animales en cautiverio de forma permanente. Cada dos semanas liberan a los ejemplares y atrapan otros.
Con sus ojos atentos y el instinto enfocado en saltar para alejarse al menor descuido, estas ranas son inofensivas y hasta parecen sentir curiosidad por las cámaras cuando están dentro del acuario. Las actividades del ser humano han puesto en peligro, desde hace décadas, a un animal silvestre pacífico e importante para el equilibrio de la vida en el lago. El Titicaca es un icono turísticos de Perú y Bolivia, países cuyas acciones aún no parecen centrarse en la preservación de su ecosistema.
El viaje de las truchas del lago Titicaca para enfrentar al cambio climático
Alejandra Pau / La Paz
Hace 30 años la temperatura del agua en el lago Titicaca llegaba a un máximo de 16 grados centígrados; hoy pasa los 17 grados debido al cambio climático. Esto ha tenido un impacto en la reproducción de truchas en el Centro Piscícola de Tiquina y ha llevado a que las truchas reproductoras hagan un singular viaje de más de 150 kilómetros.
El destino de las truchas es Pongo, en donde desde 2017 se fecunda artificialmente a la siguiente generación de truchas que hará el viaje de regreso para crecer en el lago navegable más alto del mundo.
“El incremento de la temperatura está influenciando la producción. El 2017 de las ovas que hemos extraído acá (en el centro de Tiquina) se tuvo muy poca fecundidad, entonces hemos visto que era necesario trasladar a nuestros reproductores a Pongo, donde la temperatura del agua es óptima para la reproducción”, explica el responsable de la cuenca del altiplano del IPD-PACU, Rolando Irahola Frías.
La Institución Pública Desconcentrada de Pesca y Acuicultura IPD-PACU, dependiente del Ministerio de Desarrollo Rural y Tierras, está a cargo del Centro Piscícola de Tiquina que se especializa en la investigación, reproducción artificial, producción de trucha arco iris, trucha dorada y actualmente incursiona en la producción de pejerrey.
Al igual que en Tiquina, la institución cuenta con un el Centro Piscícola en Pongo. En esta localidad el agua de los afluentes es de deshielo y su temperatura oscila entre ocho a 12 grados, lo que la convierte en un ambiente óptimo para una reproducción exitosa.
Un travesía de reproducción
Entre noviembre y diciembre del 2018 las truchas reproductoras del Centro de Tiquina, que tienen tres y cuatro años, fueron transportadas hasta Pongo.
El traslado se hace en recintos especiales. Durante el trayecto varios tanques de oxígeno permiten que el agua mantenga las características óptimas para la supervivencia de los especímenes.
Desde marzo se hará la fecundación artificial de las ovas en el laboratorio. De esta forma se obtendrán los alevinos (crías recién nacidas de peces).
Cuando los alevinos pesen alrededor de tres gramos serán trasladados nuevamente al centro de Tiquina y pasarán por un periodo de adaptación a la temperatura del agua del lago. Retornarán al Titicaca, como el 2017, porque si bien la temperatura del lago navegable más alto del mundo no es adecuada para la reproducción, lo es para su desarrollo y crecimiento.
“Los alevinos son muy delicados y requieren mucho cuidado, hay que protegerlos del sol y la radiación porque puede atacarles la enfermedad punto blanco y hasta pueden quedar ciegos”, explica Florentino Mamani Mamani, que trabaja en el centro hace 23 años y, como todo el equipo, se capacitó con la Agencia de Cooperación Internacional del Japón (JICA).
El 2018 se alcanzó una producción de alrededor de 630 mil alevinos, según indica Irahola. La mitad se comercializó en las comunidades circundantes del lago Titicaca, a las iniciativas que trabajan en lagunas de altura en Potosí y Sucre, así como a la Gobernación de La Paz.
El resto se desarrollan para convertirse en carne de pescado. Cuando las truchas llegan a pesar 300 gramos, después de diez a 11 meses, se disponen para la venta.
Dependiendo de la época del año, los compradores de truchas vivas son los comunarios de las islas flotantes de Copacabana y Pongo, además de las comunidades circundantes al lago.
Del mismo modo se destina la carne de pescado al subsidio de lactancia. Como la producción es escalonada, el Centro Piscícola de Tiquina es capaz de abastecer el mercado casi todo el año.
Durante la gestión 2017 el centro obtuvo 18 toneladas de carne de pescado, el 2018 fueron 35. La meta es llegar a las 100 toneladas para el 2020, según información IPD-PACU. Para lograr esta cantidad se implementará un centro de reproducción en la localidad de Peñas.
En este momento, el Centro de Tiquina tiene una cantidad de truchas que representan seis toneladas listas para la venta.
La razón por la que no las han vendido es por la competencia desleal. Según Irahola, la trucha que come la mayoría de los bolivianos es peruana; estima que diariamente llegan a El Alto entre 12 a 15 toneladas desde Desaguadero, por lo que se necesita un mayor control fronterizo.
No obstante, destaca que su consumo se está incrementando paulatinamente. En Bolivia cada persona consume dos kilogramos de pescado por año, cuando lo ideal es que se consuma unos 12 kilogramos, según datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
Para este año, el Centro Piscícola de Tiquina cuenta con 248 mil truchas que representarán 80 toneladas de carne de pescado destinadas a la venta. El costo del kilogramo de trucha es de 30 bolivianos (entera), 38 (sin vísceras) y 70 bolivianos (filete).
Para Irahola, la reproducción de la trucha está utilizando conocimientos y tecnologías capaces de incrementar la producción de carne de pescado, pero sobre todo muestra la capacidad de adaptación a los efectos del cambio climático.
El Centro Piscícola de Tiquina se inauguró en 1988. Su construcción y equipamiento estuvieron a cargo de la Agencia de Cooperación Japonesa (JICA), que firmó un acuerdo de Cooperación Financiera no Reembolsable dos años antes.
Entre 1991 y 1998 implementó un proyecto de cooperación técnica denominado Centro de Desarrollo Piscícola de Enseñanza Técnica en Tiquina y Pongo, se capacitó a casi todo el personal que hoy continúa trabajando en la ambos lugares.
En 2015, el IPD-PACU reactivó el Centro Piscícola y ejecutó la cooperación Sur-Sur con Argentina en la promoción del cultivo del pejerrey.
“Actualmente, buscamos fortalecer la promoción piscícola a través de la coordinación de actores claves para aprender de los conocimientos y experiencias de otros países en la región, como la cooperación Sur-Sur, y la inclusión del sector gastrónomo”, señala la oficial de Programa de Temas de Desarrollo Rural y Riego de JICA, Emma Saavedra.
Para marzo próximo se tiene planificada la realización de una feria gastronómica de la trucha.
La contaminación del lago y el análisis del agua
La mayoría de las poblaciones que están alrededor del lago Titicaca no cuentan con plantas de tratamiento de aguas residuales. Gran parte de esos desperdicios, junto a los residuos sólidos y los desechos de la explotación minera, llegan a sus aguas, siendo un problema binacional que comparten Perú y Bolivia.
Mientras que las aguas residuales llegan desde El Alto al lago Titicaca, en Puno, del lado peruano, la contaminación es un problema de salud pública. Ambos países llevan décadas expresando sus intenciones y acordando acciones para implementar mecanismos que ayuden a su conservación y recuperación.
En la práctica poco se ha avanzado, pese que existe un plan maestro de gestión integral de residuos sólidos, según ha informado el Ministerio de Medioambiente.
Sobre el tema, el responsable de la cuenca del altiplano del IPD-PACU, Rolando Irahola Frías, señala que en el Centro Piscícola de Tiquina se realizan constantes evaluaciones del PH del agua, que incluyen pruebas de nitrógeno, amoniaco, entre otros, y que los resultados están dentro de los parámetros normales.
“Aquí, además del control periódico, vivimos rodeados de totora y otras plantas que son filtros naturales, este es un sistema que también protegemos”, explica Irahola.