top of page

Fotoreportajes

Tuyo Tuyo

Luego de recorrer un camino de tierra en medio de la selva se llega a Irimo, una comunidad indígena de la Amazonía boliviana a 72 kilómetros del municipio de Apolo –capital de la provincia de Franz Tamayo– y a 400 kilómetros de la ciudad de La Paz. Allí, muy alto, está el árbol de motacú, una especie nativa de palmera en cuyo tallo reposan las larvas de un insecto similar al gorgojo que los integrantes recolectan y consumen. Las llaman tuyu-tuyu, mojojoy o suri, dependiendo de la zona del Amazonas, y es la larva del escarabajo Rhynchophorus palmarum.

El tuyu-tuyu en Bolivia es un plato, pero también una rareza en display para los turistas: son muchos los restaurantes que los tienen ahí, en peceras, vivos. Como si se tratara de un restaurante caro en el que el comensal escoge la langosta que se va a comer. Hay quienes se lo comen directo y crudo, de la tierra o de la pecera, pero también los hay fritos o asados en brocheta. Esta última es seguro la mejor opción para quienes lo van a probar por primera vez. Dice Raquel Lurice Taraniapo que come tuyu-tuyu desde que era una niña y que aprendió a recolectarlas junto a sus abuelos. En Irimo vive con su familia y su esposo Juan Pala Chuiri. Ella tiene 45 años, su risa es fácil y abundante. Ambos se dedican al cultivo de arroz, maní, yuca, sandía y también de motacú, la palmera donde habita el tuyu-tuyu.

Las larvas tienen la apariencia de un gusano no mayor a un dedo pulgar, con un cuerpo blando, hinchado y surcado de anillos y una cabeza oscura, pero son, en realidad, la segunda fase en la metamorfosis de un insecto herbívoro de la familia de los curculiónidos (gorgojos) y el orden Coleoptera. La hembra deposita entre 150 y 250 huevos en el tallo del motacú y una vez sale, la larva se alimenta de los tejidos de la planta para aumentar su masa corporal; luego entra en una fase de crisálida hasta que el capullo se rompe y surge, finalmente, el adulto.  https://cerosetenta.uniandes.edu.co/especiales/recetario-rebelde/tuyu-tuyu-el-viscoso-y-nutritivo-manjar-de-la-amazonia-boliviana.html

Temporada de Chuño en La Cumbre

La Cumbre, temporada de invierno en Bolivia, productores del altiplano deshidratan la papa exponiendolas a muy bajas temperaturas cerca de las montañas para obtener el tradicional Chuño, alimento muy requerido en el occidente boliviano. Julio 2022

Mercedario, un cementerio sin muros

 El Cementerio Mercedario, en la ciudad de El Alto de La Paz, es un microcosmos sin portero, puerta o muros perimetrales. Pese a que el municipio prohibió los entierros de fallecidos por Covid-19, no hay forma de controlar que así sea y la demanda de nichos lo demuestra.
Mientras los ataúdes de venesta llegan uno tras otro, los albañiles con apenas barbijos -algunos todavía niños- trabajan a contrarreloj para edificar nicho tras nicho. Almuerzan sentados sobre tumbas, son los habitantes vivos del cementerio en tiempos de pandemia. 
Lo mismo pasa con los cantantes que, guitarra en mano, despiden a los difuntos para ganar unos pesos, mientras los dolientes dejan de lado la distancia social para expresar el dolor de la pérdida o simplemente guardar silencio solos y bajo un sol que quema.
Agosto de 2020.

Serie fotográfica seleccionada para participar en el proyecto Archivos de una Pandemia y su #exposición El tiempo es una imagen indescifrable, Convocatoria organizada por el Centro Cultural de España en El Salvador.

Recuperación del mercado de la coca. (ADEPCOCA)

Durante semanas, las calles de La Paz han sido escenario de violentos enfrentamientos entre la policía y cientos de productores cocaleros que luchaban por recuperar el acceso y el control del principal mercado mayorista de la hoja de coca.

El pasado 20 de septiembre, de madrugada y con alevosía, un grupo rival afín al gobierno desalojó por la fuerza a centenares de productores de la sede de la Asociación Departamental de Productores de Coca (ADEPCOCA), un edificio singular de cinco plantas, verde por fuera y por dentro, ubicado en el barrio de Villa Fátima, en el norte de la ciudad. En este edificio, que antes era un colegio de monjas y ahora huele, como la coca, a paja húmeda, pasa el noventa por ciento del comercio legal de la hoja. Hasta aquí llegan en autobús cada día cargados con sacos de casi cincuenta kilos de hoja de coca centenares de productores de la región de los Yungas, a unos ciento cincuenta kilómetros de La Paz. Venden su cosecha a comerciantes y, antes de regresar, muchos pasan la noche en el mismo mercado, al que consideran su casa en La Paz. Desde el desalojo, las calles aledañas han sido testigos de los choques entre las distintas facciones que luchan por el control del mercado de la coca. Por un lado, los cultivadores tradicionales y, por otro, los afines al gobierno de Luis Arce, que cuentan con el apoyo de las fuerzas policiales. El olor a gasolina quemada de los cócteles molotov de fabricación casera se mezcla con los gases lacrimógenos durante días, hasta que el pasado 4 de octubre, los manifestantes recuperan de nuevo su casa, la Casa Verde, el edificio de la ADEPCOCA, y con él el principal mercado mayorista de la hoja en Bolivia. Una batalla épica difícil de entender fuera de sus fronteras, en la que se reconocen ya líderes carismáticos como Tomasa Medina, productora de hoja de coca que fue captada por los fotógrafos bailando frente a la policía y que no paraba de denunciar la usurpación: “Desconocemos a ese grupo que está tomando nuestra ADEPCOCA. A ellos nadie los ha elegido”. Este ha sido, hasta ahora, el último episodio de un largo conflicto por el control del mercado, que en los últimos cinco años ha dejado al menos siete muertos. Aunque, para entenderlo, debemos retroceder varias décadas atrás.  Revista Cáñamo.

HAMPATURI nos Alimenta

Hampaturi, distrito rural del departamento de La Paz, 15 de abril de 2020.

Productores agrícolas reúnen su mercadería y esperan para trasladarse junto a ella hacia la ciudad de La Paz, la mayoría en camiones y en horas de la madrugada. Durante la pandemia y los horarios restringidos de la cuarentena, los incansables vecinos se dan formas para llegar a la ciudad con los productos que alimentan a la ciudadanía. Abril 2020

Tapetito y Perlita, los payasos Fumigadores

Tapetito y Perlita, payasitos dedicados al entrenamiento hace varios años crearon Clowns Desinfection con el objetivo de llegar a hogares, negocios, e instituciones para su desinfección, actividad que lleva ya dos meses y que realizan llevando siempre una sonrisa.
Israel Choque (Tapetito) y Noemí Cáceres (Perlita) se preparan para salir a trabajar, maquillaje, barbijos, traje de bioseguridad y el material para la fumigación, que es Amonio cuaternario de quinta generación, el cual es un bactericida, virucida que no mancha la ropa ni las superficies además de ser antialérgico y antiséptico. En esta oportunidad recorren las calles de Villa Armonía donde son muy conocidos y queridos por sus vecinos. Ellos esperan volver pronto a los eventos infantiles y cantar cumpleaños feliz a los niños, mientras tanto puedes apoyar su emprendimiento llamando al 65195065 o 79634014 o encontrarlos en facebook como Tapetito show y Payasita Perlita.

Juanita La Cariñosa

Freddy Barragán / La Paz
"El ring es mi vida” asegura Mery Llanos o Juanita la cariñosa como es conocida en el mundo de la lucha libre profesional, oficio en el  que  lleva  16 años.
Actualmente es la organizadora de Bolivian Wrestling Cholitas,  que se lleva a cabo los jueves y domingos por las tardes y noches en el coliseo 12 de octubre de la ciudad de El Alto.
 Juanita es mamá de Yurgen, de tres años, y Klinsman, de 14,  quienes son su adoración. Es por ellos que  lucha, dice,  para sacarlos  adelante.
Siempre está  pendiente de sus actividades escolares, de la disciplina y de darles el  apoyo y protección en su hogar.  "No es fácil”, asegura, pues  el entrenamiento es duro y tratan  de hacer publicidad para que el show crezca y se haga cada vez más conocido.
El apoyo es mutuo, así lo demuestra Yurgen, su hijo menor, que tomando la mano de su madre sale del camarín orgulloso. Él siempre la   acompaña a dar la vuelta al ring entre aplausos y saludos eufóricos del publico.
El público está integrado por extranjeros que llegan de diferentes países del mundo para  disfrutar del espectáculo. El evento es tan inédito y sorprendente para ellos   que  esperan,  hasta la conclusión del enfrentamiento en el ring,  para tomarse las fotos junto a las heroínas de la noche.
Klinsman, el hijo mayor, quiere seguir los pasos de su madre y ya ha empezado a practicar   en su  casa con un ring de 6 postes, único en La Paz. La estructura se arma en el patio antes de cada entrenamiento, mismo  que se lleva sólo cuando   ha concluido sus tareas. 
"Ser peleadora es lo mejor que me ha pasado, si tendría que volver a nacer elegiría ser luchadora” sentencia  Juanita la cariñosa, cuya lucha en el ring es igual de sacrificada a  su lucha como mujer y  madre.
Este fotoreportaje es el resultado del taller "El valor del Momento” a cargo de los destacados fotógrafos Sally Stapleton y Miguel Ángel Larrea

Caravana de Personas con Discapacidad

El Invierno en la Cordillera de Apolobamba

Alejandra Pau / Apolobamba

 El clima extremo y los  picos de montaña que llegan a más de  6.000 metros de altitud son parte de la Cordillera de Apolobamba. Su paisaje inhóspito alberga  vicuñas, llamas y vizcachas que son las especies más visibles de su vasta riqueza silvestre que convive con la flora de parajes brumosos. 

En la Cordillera de Apolobamba, que forma parte de los Andes bolivianos y peruanos, el  frío radical del invierno  se apropia de todo. El viento casi duele, mientras la paja brava pretende permanecer estoica en  las planicies  al quedar cubierta por la nieve.  

Los nevados Chaupi Orco (6.040 m.s.n.m.),  Palomani, Katantika, Cololo, Mita, Cuchillo y Akamani, este último lugar sagrado de la cultura kallawaya,  son algunos de los picos más altos de la Cordillera de Apolobamba,  que se extiende en territorio boliviano por el noreste del departamento de La Paz hasta la altiplanicie de Guarayos y  por el norte del lago Titicaca hasta el departamento de Puno, en Perú.  

Los lagos y los bofedales son parte del recorrido que se adentra en la Reserva Nacional de Ulla Ulla, creada en 1972 con el objetivo de salvar a la vicuña de la extinción, un trabajo que ha sido desarrollado con éxito. Este grácil mamífero vive libre en esas punas que,  a su vez, se encuentran dentro del Área Natural de Manejo Integrado Nacional Apolobamba.

En la actualidad, las amenazas  son producto del  cambio climático. El frío extremo pone en peligro a los animales que se quedan sin alimento y perecen en invierno. Lo contrario ocurre en otras épocas del año cuando  se evidencia  un incremento en la temperatura del área, lo que tiene un impacto en varias especies como los   reptiles y anfibios y en  la disminución de los glaciares. 

Estas  amenazas no son recientes. En 2009, el proyecto Iniciativa de Investigación de Observación Global en Entornos Alpinos, conocido como  Gloria por sus siglas en inglés, realizado por  investigadores del  Herbario Nacional de Bolivia y la Colección Boliviana de Fauna,   determinó que los reptiles y anfibios son especialmente vulnerables al incremento de las temperaturas por el  cambio climático  en Apolobamba y el Parque Nacional Madidi.  

Por otro lado, en  2016, la Sociedad para la Conservación de la Vida Silvestre (WCS) difundió un estudio  que revela que alrededor de una treintena de vertebrados del área altoandina de Bolivia puede   ser afectada por el calentamiento global, entre ellos  la vizcacha, la taruka, el quirquincho, el gato andino, el oso andino y la vicuña. 

Rumbo a Pelechuco, se atraviesa el paso de Katantika que en invierno parece otro planeta, la neblina puede cubrirlo todo en cuestión de minutos, lo mismo pasa con la nieve. A medida que se avanza  aparece el imponente nevado Presidente. Entre sus parajes pétreos salen al encuentro  las vizcachas, que se debaten entre la cautela y la curiosidad cuando algún extraño que está  de paso baja de un vehículo.  

Si huyen a los resquicios de las rocas no dejan de observar qué es lo que está pasando con los extraños. Al igual que las llamas, soportan temperaturas que descienden fácilmente por debajo de  los cero grados. 

  Saltan, corren y curiosean en medio de la nevada, son animales diurnos y crepusculares. No es extraño que se mimeticen entre las rocas.    “La vizcacha es presa de varios carnívoros y aves de presa, pero en particular del gato andino, que es un especialista en la caza de este animal”, destaca la publicación Historia Natural del Valle de La Paz editada por M. Isabel Moya, Rosa Isela Meneses, Jaime Sarmiento y el Museo Nacional de Historia Natural.   

 La presencia de este mamífero representa en buena medida la conservación de otras especies que se alimentan de ésta.

En la Cordillera de Apolobamba que en el pasado fue parte del señorío   Kallawaya, la nieve se confunde con las nubes que están debajo  de los picos más elevados.  

A pesar de lo inclemente de su clima, toda el área guarda un equilibrio vulnerable que permite la sobrevivencia de especies amenazadas y en peligro como el cóndor o el gato andino, habitantes sagrados de las culturas andinas.

Chari y Lagunillas, medicina ancestral y una botica natural para los kallawayas

Alejandra Pau / Charazani

 “Para que florezca tu pensamiento, flores. Para calmar la rabia, cebo. Para cuidar las palabras...”, dice el wata purichi, Loretano Llanos,   la máxima autoridad kallawaya de Chari, en el municipio de Charazani.  Mientras habla,  las personas van poniendo los elementos  que describe en la mesa ritual, que se prepara para pedirle sus buenos oficios a la Pachamama,  es una ceremonia de sanación.  

Llanos guía a cada persona para que incluyan   hojas de coca, claveles, confites  dentro del círculo hecho de fibra de alpaca, al que ha colocado cebo y algunos huevos. Para esta ceremonia se  utiliza a veces un  feto de  alpaca o un cuy y solamente  en posible celebrarla los días pares (lunes, miércoles, jueves y sábado).

La cultura Kallawaya es  considerada Obra Maestra del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad, declaración que otorgó  la Unesco en 2003.  A través de una serie de prácticas especializadas y el uso de hierbas, los maestros herbolarios   facilitan el restablecimiento del equilibrio  y la salud en el cuerpo, y son capaces de reajustar  la relación que  existe entre el ser humano y el cosmos.

 “Con toda mi fe, con toda mi voluntad hacia la Pachamama  preparamos estos  rituales; es duro a veces, pero me siento feliz por haber sido elegido para seguir  este camino. Nosotros tenemos que pagar a la tierra con las ceremonias; viajamos para dar tratamientos con las plantas y las hierbas. Yo viajo al Perú y a otras ciudades de Bolivia y muchas hierbas llevo desde aquí, de nuestra tierra”, explica Llanos, que es probablemente el wata purichi más joven de su tiempo, sólo tiene 31 años.  

En los municipios de  Charazani como en Curva, las  flores, raíces y hierbas que los kallawayas necesitan para los tratamientos crecen de forma silvestre  en las montanas, en los jardines de las casas, en las   terrazas agrícolas, al lado del camino. Es su botica al aire libre. 

En sus localidades se puede encontrar productos como la pata kiswara, que se emplea  para tratar la inflamación de la próstata; o la quina cascarilla, famosa desde hace siglos por tratar el paludismo, que tiene muchas propiedades como ayudar en la digestión y a la  cicatrización.          

Chari  forma parte de la  ruta Pacha Trek Caminando con los Kallawayas,  un producto turístico que involucra a otras tres comunidades  kallawayas: Quta Pampa, Caluyo y Chacarapi,  en el  municipio de Charazani, y que  se encuentran dentro del Área Natural de Manejo Integrado Nacional Apolobamba (ANMIN Apolobamba). 

Esta experiencia de turismo  rural comunitario permite adentrarse a través de una caminata de tres días a paisajes,  ver fauna y flora, montañas, restos arqueológicos y terrazas agrícolas precolombinas. Según una investigación incluida en  el plan de manejo de ANMIN Apolobamba, se estima que cuando funcionaban todas las terrazas de la región se podía alimentar entre 180 a 200 mil personas. Estos alimentos se trasladaban a las zonas altas, a las áreas mineras y  también a  Apolo.        

 El recorrido involucra a los viajeros con la cultura de las comunidades y los saberes kallawayas. Sus lugares sagrados, rituales, celebraciones, tradiciones, simbología, medicina ancestral  son mostrados y  transmitidos durante el viaje.

 Entre los lugares más importantes para visitar en Chari están los cabildos,  lugares sagrados en los que se hacen pagos a la Pachamama; por lo general, son animales vivos o muertos.  Inca Paraqhan, es el cabildo más importante de los cinco que existen en la localidad.  

Uno de los tesoros mejor guardados de la comunidad son los textiles de las mujeres hacen desde el hilado de la fibra de alpaca hasta obtener mantas, fajas, cintillos, entre otros que tienen diseños   que ostentan un nivel de complejidad  casi imposible de creer. Una manta puede tomar cinco  meses de trabajo. 

El objetivo de este proyecto es brindar una experiencia de turismo que vincule la cultura y la conservación de la biodiversidad, contribuyendo a mejorar la economía de las comunidades, según  un artículo de la Sociedad para la Conservación de la Vida Silvestre (WCS), institución  que apoya este emprendimiento. 

La medicina tradicional 

Lagunillas está en el   municipio de Curva considerada la capital mundial de los médicos itinerantes kallawayas. En la población existe  un museo dedicado a esta cultura milenaria en el que se guardan las  raíces y plantas que emplean  para tratar diversos padecimientos y enfermedades.  

La infusión de  zarzaparrilla “sirve para purificar la sangre” dice el maestro kallawaya José Calle; esta planta es un depurativo que también se utiliza para tratar problemas renales y hepáticos. 

Una planta llamativa por tener espinas, pero efectiva para  combatir el asma y la tos es  la choquekanlla, aunque la huira huira sea más famosa y se use para el mismo propósito.  

 Del mismo modo, la infusión y los baños de vapor de  jarilla se recomiendan para curar el resfrío; un fin  similar  tiene en  el airampo que  sirve para tratar  lo que los kallawayas llaman “calor interior”; es decir,  la fiebre. 

“Hago parches también de lagarto con varias hierbas como el romero, chira chira, ruda, molle y otras plantas. Eso hace fuerza para que los dolores de huesos, golpes, reumatismo, artritis. Yo trabajo con 60 plantas”, explica Calle. 

Para cada padecimiento, los kallawayas conocen   combinaciones que han sido heredadas por generaciones y que potencian su efecto en la salud.

 El uso de animales no queda al margen. A las personas que padecen epilepsia o  convulsiones les dan a beber la sangre de murciélago.

Afuera del museo, en medio de una neblina que no deja ver más allá de   dos o tres metros de distancia,   Calle inicia un ritual. Cada pequeña mesa, que también tiene forma de  nido,  está destinada a un propósito: salud, fortuna, trabajo, buena suerte, felicidad y dinero. Una a una son entregadas a la  persona  que más las necesita. 

“Esta ceremonia la hacemos para que la persona no tenga ningún enemigo, que haya armonía y para que tenga florecimiento. Cuando la persona tiene fe hay prosperidad (...). Después de que las personas queman la ofrenda en la fogata, nosotros llevamos lo que queda a nuestro apu, que  aquí en Lagunillas  se llama muñapata”, detalla Calle. 

 La fe es un componente importante, recalcan ambos kallawayas. De otro modo, no importa el rito, la ofrenda o la receta de hierbas. Nada   surtirá  efecto si las personas  no creen en lo que hacen.   

Llanos y Calle explican que  el camino del kallawaya está trazado en señales  que la familia advierte  como el nacimiento de gemelos o mellizos,  o que los  niños tengan   marcas en la piel, lunares,  más de diez  dedos, entre otros. 

“Después crecemos y aprendemos de hierbas, de mezclas, de ungüentos y de infusiones. La vida para nosotros son las plantas que crecen aquí y aquí es  también en donde  damos ofrendas a la tierra a través de  los cabildos. Esto es  para que todo nos salga bien, para que haya buena cosecha, cuando necesitamos lluvia o queremos salud para la comunidad. Rituales en los que ahora incluimos a  los turistas”, concluye Llanos.   

Agua Blanca, la tierra de la caya en la nación pukina

Alejandra Pau / La Paz

El ayllu  Agua Blanca, en el municipio de Pelechuco,  fue tierra de recolectores y cazadores andinos en tiempos inmemoriables. Ahí en  el territorio ancestral indígena de la nación pukina, las nevadas y heladas guardan una relación estrecha con la vida de sus habitantes.

Más allá de sus glaciares y las cimas blancas de sus montañas, el clima extremo es el medio de transformación de ciertos productos que forman parte fundamental de su alimentación.

Para llegar a esta comunidad que es parte de la Marka Cololo Copacabana Antaquilla se debe pasar por Katantika a 4.800 metros sobre el nivel del mar. En invierno, la neblina lo invade todo  y cuando empieza  nevar   las únicas que permanecen estoicas a condiciones tan extremas son las llamas y las evasivas vizcachas.  

En esas condiciones y ante la  inminencia de las heladas, los comunarios  arman carpas o refugios en los alrededores para hacer chuño, mientras  otros se ocupan del proceso que implica la elaboración de la  caya (qaya o kaya).

“Nosotros producimos diferentes variedades de oca,  para hacer k’isa, kawi y k’athi.  A la que le decimos ‘chhaku oca’ es de la que hacemos la caya”, dijo la Mama Mallku de Agua Blanca, Felisa Cama.

Una definición simple para la caya es que es una especie de chuño de oca. No obstante, su elaboración requiere más que exponerla a la helada.

La caya es  un producto  que tiene un olor y sabor muy particular, no es muy sutil y  es similar al de un producto  fermentado.

Después de la cosecha se selecciona la oca,  siguiendo parámetros de color y tamaño, de la que  se obtendrá el producto. Los comunarios cavan una poza grande cerca de alguna vertiente o río para que en su interior quede algo de agua limpia. R recubren todo el recinto  con  paja limpia y encima ponen la oca. Luego de ello esperan a  que “le dé la helada”.

El producto queda dentro de la poza   entre  dos semanas a un mes hasta que finalmente la  caya está lista.

“Todo hacemos con caya. Hacemos harina en batán para elaborar  el pan, la k’ispiña y la lagua. También hay  papalisa  con caya, sopa y chairo. La caya es igual de importante para nosotros que la papa”, dijo Basilia Mamani.

Mamani relató el proceso de elaboración de la caya, al mismo tiempo que  elaboraba el pan en el patio del albergue de Agua Blanca, a 3.600 metros de altura. Esta comunidad está dentro  del Área Protegida ANMIN (Área Natural de Manejo Integrado Nacional) Apolobamba y se ubica en la cabecera de valle, zona en la que existen bosques de polylepis, conocidas como  queñuas.  

Las comunidades elaboran  la caya para  almacenarla    por varios meses, tiempo que puede exceder el año, y consumirla cuando lo requieran.

Cada familia acopia este alimento además del chuño y la tunta en sus viviendas. Antes de  incluir el producto en sopas y otras preparaciones, rehidratan la caya.  

Mientras “el pan nuestro de cada día” en la ciudad de La Paz  es la marraqueta o la sarnita, en Agua Blanca, a alrededor de 360 kilómetros de la ciudad de La Paz, se mantiene la tradición de comer diferentes tubérculos como la oca y distintas variedades de papas.

Si hay algo que  distingue a la comunidad es que las mujeres elaboran el pan con harina de caya, que se llama calpo (qallpu), que posiblemente sea uno de las más oscuras que existen en el país. 

A diferencia de los demás panes éste no se hornea, más bien se fríe en aceite y al estar hecho únicamente de este tubérculo no contiene harina de trigo y, por ende, está libre de  gluten.

En esta época el pan de caya se acompaña con un dulce de  arándanos silvestres que los comunarios recolectan de las montañas. Su  consistencia es más líquida que la de una mermelada, pero es muy agradable.  

“Nosotros le decimos t’isisa. Una vez al año no más dan estos frutos, junto con la papa cosechamos. De ahí hacemos el dulce, pero no lo vendemos,  la preparación no sale de aquí  porque tampoco tenemos a quién vender. Lo mismo pasa con la caya, es para nosotros no más. Será porque vivimos muy al fondo, no sé”, afirmó Cama.  

 La sartén se pone al fogón aunque muchas viviendas ya cuentan con cocinas a gas.

“Debe ser hace unos 10 años que las personas han empezado a tener garrafa. Pero el sabor de cocinar a fogón es más rico, aunque se tarde más en cocinar la comida”, dijo Silvia Sucasaire.

El combustible que se utiliza para el fogón son troncos de queñua, kiswara y se incorpora el estiércol de vaca o llama, insumos que  avivan el fuego.

Patrimonio alimentario

Entre el 2010 y 2011, la Sociedad para la Conservación de la Vida Silvestre (WCS) contribuyó a la elaboración del Plan de Gestión Territorial Integral o Plan de Vida de la Marka.

Entre las directrices más importantes del Plan se establece  la orientación al  manejo ordenado y sostenible de su territorio,  y al desarrollo de alternativas de medios de vida sostenibles.

Una de las alternativas para lograrlo  es revalorizar su patrimonio alimentario y difundirlo en las ciudades, algo que no ocurre actualmente.

Este fue el objetivo de una expedición en busca de los sabores nativos  del Norte de La Paz en la que cocineros de Gustu se unieron a biólogos y científicos de la WCS para descubrir estos alimentos y sus formas de preparación, y la caya fue una de las sorpresas por su versatilidad.

La jefa de cocina de Gustu, Marsia Taha, explicó que a pesar de sus cualidades, la caya es un producto que no se encuentra fácilmente en la ciudad de La Paz.

“Si nosotros queremos conseguir caya, tenemos que buscarla en lugares muy específicos. Y considero que después de conocer todas las posibilidades de este alimento, tiene mucho potencial”, concluyó Taha.

La vida de la  comunidad Agua Blanca transcurre  custodiada por las montañas nevadas, entre ellas la denominada  Presidente. El frío, que se aguanta durante el invierno,  anuncia  el tiempo  propicio para  obtener la caya.

Y mientras la nevada no da tregua en el paso de Katantika,  las mañanas se hacen más llevaderas con el pan recién elaborado y humeante, hecho del tubérculo que se transforma en ese clima extremo.

El Observatorio de la Rana Gigante, una isla flotante en el lago Titicaca

Alejandra Pau / Sahuiña

 El agua  del lago Titicaca mece la tarde  con todos los matices del azul que tiñe el horizonte hacia  las montañas. En la localidad de Sahuiña, a menos de 15 minutos de Copacabana por  carretera,  se encuentra el   único observatorio de ranas que flota en una plataforma de totora. Desde ahí un grupo de comunarios procura que los visitantes conozcan a la rana gigante, una especie endémica que está en peligro  de  extinción. 

Los ejemplares de la rana gigante (Telmatobius culeus) son cada vez más difíciles de encontrar en el lago, atrás quedaron los días en los que el oceanógrafo  francés Jacques Yves Cousteau registró ejemplares de hasta 50 centímetros y un kilogramo de peso a finales de la década de 1960 y principios de 1970.  Sus   características la convirtieron en la rana acuática más grande del mundo.

Desde una de las orillas de Sahuiña, población que tiene alrededor de 120 familias,  doña Ana Aguilar, guardiana de las ranas gigantes, aborda un bote para empezar el recorrido.

El Observatorio de la Rana Gigante cuenta con un Plan de Manejo que es aplicado por los socios de la Asociación y Guías Locales de Sahuiña. Ellos fueron capacitados  no sólo para su manejo sostenible, sino para promover la conciencia ambiental entre los pobladores y visitantes. 

Durante  el trayecto describe la riqueza de la fauna y la flora de la región lacustre. Muestra a las panas de pico azul, patos silvestres, chokas y  zambullidoras, entre otros. Habla de sus hábitos, dieta y cómo algunas anuncian la inmimente llegada de la  lluvia. El recorrido  forma parte del tour K’ayra Thakhi, camino de la rana en aymara.

Normativa y  turismo comunitario

Los pobladores de Sahuiña viven principalmente de la actividad agrícola  y la pesca,  esta última  ha visto mermada por la contaminación. Un grupo de pobladores decidió dedicarse al turismo comunitario hace varios años. Ahora tienen la asociación de guías,  varios tours y    un flamante  albergue comunal que ellos mismos edificaron,  para lo cual aplicaron  fondos gubernamentales; pero que aún no funciona porque  no está equipado. 

La localidad de Sahuiña, en   Copacabana, es parte de  uno de los 13 municipios establecidos alrededor de lago Titicaca que  cuenta con  una Ley de Protección al Patrimonio Cultural que determina la  asignación presupuestaria para la gestión del patrimonio arqueológico/turístico. 

La normativa forma parte del trabajo del Proyecto del Lago, que  tiene como  objetivo  contribuir a mejorar la gestión comunitaria del patrimonio cultural de la cuenca del lago Titicaca y promover el desarrollo del turismo. La iniciativa es  ejecutada   por la Cooperación Técnica Belga (CTB) y el Ministerio de Culturas y Turismo.

La CTB se ha propuesto apoyar a siete iniciativas   ya establecidas, como el observatorio, respondiendo a sus necesidades particulares.

“La finalidad del observatorio es dar a conocer a la rana gigante a través de la vivencia, que la gente pueda comprender su rol en el equilibrio del ecosistema del lago, su vulnerabilidad representa la de otras especies que viven en esta región”, detalla el relacionador comunitario del Proyecto del Lago-CTB, Franz Laime.

En peligro crítico de extinción

Doña Ana dice que si “el lago está muy agitado” no se puede hallar  a las ranas. Lo mismo pasa cuando llueve y el agua  turbia ingresa  a este cuerpo de agua que está a más de 3.800 metros de altura.

La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza  considera a la Telmatobius “en peligro crítico de extinción” desde hace varios años.

Su situación es crítica  por el deficiente o nulo tratamiento de las aguas residuales que se produce en ciudades circundantes al lago,  como Copacabana, el desecho de residuos sólidos, el uso de agroquímicos para la agricultura y  la contaminación minera.

Estos factores provocan una   contaminación que no da tregua  a pesar de las buenas  intenciones expresadas por cuanta autoridad de turno fue consultada sobre las acciones que darían solución a este problema medioambiental.

“Hubo durante mucho tiempo una sobrepesca de los ispis, pequeños peces que se consumen tradicionalmente, y que en los últimos cinco a diez años se ha ido reduciendo mucho. Este, que era el alimento principal (de la rana gigante), es actualmente muy escaso. Hay una fuerte competencia con la pesca del ispi al momento de que esta especie  busca alimento”, destaca el jefe-curador del área de herpetología de la Colección Boliviana de Fauna, James Aparicio.

En enero de este año, el presidente del Concejo Municipal de Copacabana, Juvenal Mayta, informó a los medios que se ejecutarían cuatro proyectos  para mitigar la zona lacustre.

Entre ellos  figura una nueva planta de tratamiento porque la antigua está “construida con totora”. La autoridad edil sostuvo  en esa oportunidad:   “Las aguas residuales están desembocando directamente al lago”.

Aparicio apunta que a pesar de que existe la Veda General Indefinida, que protege a los animales silvestres en Bolivia,  no hay organismos que la hagan respetar. “No hay acciones reales que protejan a nuestra vida silvestre (...). En realidad, no se aplican (las leyes)  por una falta de decisión política”, analiza el herpetólogo.

En 2015, pobladores de Quewaya, la Isla de Suriqui y Pata Patani denunciaron que  hallaron flotando a miles de ranas, peces y aves muertas. Este año se constituyó en uno de los más críticos para  las especies que habitan en la región del lago.

Respirar por la piel 

Después de conocer sobre las aves y visitar los criaderos de truchas, se llega al observatorio flotante. Las ranas permanecen sumergidas en el lago dentro de un recinto acondicionado, antes de ser mostradas  a los visitantes.

Las colocan en una especie de pequeño acuario de plástico.  A pesar de la expectativa  no hay ninguna de 50 centímetros,  todas  son muy jóvenes y pequeñas. Doña Ana explica que las ranas gigantes tienen diferentes colores y que se pueden observar verdes, grises, con círculos  de colores y hasta con el vientre naranja.  

Cuenta  que en el pasado se mataban miles de  ellas para hacer ancas de rana y venderlas en pensiones, generalmente  ubicadas en la carretera; pero además las usaban para hacer  batidos afrodisiacos e incluso para fabricar  billeteras con su  piel en otros países.

A continuación, muestra un ejemplar joven, su  cabeza es ancha, algo aplanada y redonda. Su piel tiene muchos pliegues, es viscosa,  es a través de la piel  que la rana respira. En el acuario se muestran    varios ejemplares de anfibios y  especies de peces, como la carpa o el karachi,  que cayeron en la red.

Un detalle que   doña Ana reitera es que en el observatorio no se tienen animales en cautiverio de forma permanente. Cada  dos semanas liberan a los ejemplares y atrapan otros. 

Con sus ojos atentos y el instinto enfocado en saltar para alejarse al menor descuido, estas ranas son inofensivas y hasta parecen sentir curiosidad por las cámaras cuando están dentro del acuario. Las actividades del ser humano  han puesto en peligro, desde hace   décadas, a un animal silvestre pacífico e importante para el equilibrio de la vida en el lago. El Titicaca  es un  icono turísticos de Perú y Bolivia, países cuyas acciones aún no parecen  centrarse en la preservación de su ecosistema.   

El viaje de las truchas del lago Titicaca para enfrentar al cambio climático

Alejandra Pau / La Paz

Hace   30 años la temperatura del agua en el lago Titicaca llegaba a un máximo de 16 grados centígrados; hoy pasa los 17 grados debido al cambio climático. Esto ha tenido  un impacto  en la reproducción de truchas en el Centro Piscícola de Tiquina y ha llevado a que  las truchas reproductoras  hagan un singular viaje de más de 150 kilómetros. 

   El destino de las truchas es Pongo, en donde desde 2017  se  fecunda   artificialmente  a la siguiente generación de truchas que hará el viaje de regreso para crecer  en el lago navegable  más alto del mundo.

“El incremento de la temperatura  está influenciando la producción. El 2017 de las ovas que hemos extraído acá (en el centro de Tiquina) se tuvo muy poca fecundidad, entonces hemos visto que era necesario trasladar a nuestros reproductores a Pongo, donde la temperatura del agua es óptima para la reproducción”, explica el responsable de la cuenca del altiplano del IPD-PACU, Rolando Irahola Frías.

La Institución Pública Desconcentrada de Pesca y Acuicultura IPD-PACU, dependiente del Ministerio de Desarrollo Rural y Tierras,  está a cargo del  Centro Piscícola de Tiquina que se especializa en la investigación,  reproducción artificial,  producción de trucha arco iris,  trucha dorada y actualmente incursiona en la producción de pejerrey.  

Al igual que en Tiquina, la institución cuenta con un el Centro Piscícola en Pongo. En esta localidad el agua de los afluentes  es de deshielo y su temperatura oscila entre ocho a 12 grados, lo que la convierte en un ambiente óptimo para una reproducción exitosa.

 Un travesía de reproducción 

Entre noviembre y diciembre del 2018    las truchas reproductoras del Centro de Tiquina, que tienen tres y cuatro años, fueron transportadas hasta  Pongo. 
 El traslado se hace en recintos especiales. Durante el trayecto  varios tanques de oxígeno permiten que  el agua mantenga las características óptimas para la supervivencia de los especímenes.   

Desde marzo  se hará la fecundación artificial  de las ovas en el laboratorio. De  esta forma se obtendrán los alevinos (crías recién nacidas de peces). 

Cuando los alevinos pesen alrededor de tres gramos serán trasladados nuevamente al centro de Tiquina y pasarán por un periodo de adaptación a la temperatura del agua del lago.     Retornarán al Titicaca, como el 2017,  porque  si bien la temperatura del lago navegable más alto del mundo no es  adecuada para la  reproducción, lo es para su desarrollo y crecimiento.  

“Los alevinos son muy delicados y requieren mucho cuidado, hay que protegerlos del sol y la radiación porque puede atacarles la enfermedad punto blanco  y hasta pueden quedar ciegos”, explica Florentino Mamani Mamani, que trabaja en el centro hace 23 años y, como  todo el equipo, se capacitó con la Agencia de Cooperación Internacional del Japón (JICA).   

El 2018 se alcanzó una producción de alrededor de 630 mil alevinos, según indica Irahola. La mitad se  comercializó en las comunidades circundantes del lago Titicaca, a las iniciativas que trabajan en lagunas de altura en Potosí y Sucre, así como a la Gobernación de La Paz.

El resto se desarrollan   para convertirse en carne de pescado.  Cuando las truchas  llegan a pesar 300 gramos, después de diez a 11 meses, se disponen para la venta.

 Dependiendo de la época del año, los compradores de truchas vivas son los comunarios de las  islas flotantes de Copacabana y Pongo, además de las comunidades circundantes al lago. 

Del mismo modo  se destina la carne de pescado  al subsidio de lactancia. Como la producción es escalonada, el Centro Piscícola   de Tiquina es capaz de abastecer el mercado   casi todo el año.

Durante la gestión 2017 el centro obtuvo 18 toneladas de carne de pescado, el 2018 fueron  35. La meta es llegar a las 100 toneladas para el 2020, según información IPD-PACU.    Para lograr esta cantidad  se implementará un centro de reproducción en la localidad de Peñas.

  En este momento, el Centro de Tiquina  tiene una cantidad de  truchas que representan  seis toneladas  listas para la venta.

 La razón por la que no las han vendido  es por la competencia desleal. Según Irahola, la trucha que come la mayoría de los bolivianos es peruana; estima que diariamente llegan a El Alto entre 12 a 15 toneladas desde Desaguadero, por lo que se necesita  un mayor control fronterizo.

 No obstante,  destaca que  su consumo se está incrementando paulatinamente. En Bolivia cada persona consume dos kilogramos de pescado por año, cuando lo ideal es que se consuma  unos 12 kilogramos, según datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).  

Para este año, el Centro Piscícola de Tiquina     cuenta con 248 mil truchas  que representarán 80 toneladas de carne de pescado  destinadas a la venta. El costo del kilogramo de trucha es de  30 bolivianos (entera), 38 (sin vísceras) y  70 bolivianos (filete). 

Para  Irahola, la reproducción de la trucha está utilizando   conocimientos y tecnologías  capaces de incrementar la producción de carne de pescado, pero sobre todo muestra  la capacidad de  adaptación  a los efectos del cambio climático.

El Centro Piscícola de Tiquina se inauguró en 1988. Su construcción y equipamiento estuvieron a cargo de la Agencia de Cooperación Japonesa (JICA), que firmó un acuerdo de Cooperación Financiera no Reembolsable dos años antes.  

Entre 1991 y 1998   implementó un proyecto de cooperación técnica denominado Centro de Desarrollo Piscícola de Enseñanza Técnica en Tiquina y Pongo, se capacitó a casi todo el personal que hoy continúa trabajando en la ambos lugares.

En 2015, el IPD-PACU reactivó el Centro Piscícola  y ejecutó la cooperación Sur-Sur con Argentina en la promoción del cultivo del pejerrey.    

“Actualmente, buscamos fortalecer  la promoción piscícola a través de la coordinación de actores claves  para aprender de los conocimientos y experiencias de otros países en la región, como la cooperación Sur-Sur, y la inclusión del sector gastrónomo”,  señala la oficial de Programa de Temas de Desarrollo Rural y Riego de JICA,  Emma Saavedra. 

Para marzo  próximo se tiene planificada la realización de una feria gastronómica de la trucha.

 La contaminación del lago y el análisis del agua 

La mayoría de las poblaciones que están alrededor del lago Titicaca no cuentan con plantas de tratamiento de aguas residuales. Gran parte de esos desperdicios, junto a los   residuos sólidos y los desechos de la explotación minera, llegan a sus aguas, siendo  un problema binacional que comparten Perú y Bolivia.

Mientras que las aguas residuales llegan desde El Alto al lago Titicaca, en Puno, del lado peruano,  la contaminación  es un problema de salud pública. Ambos países llevan décadas expresando sus intenciones y acordando acciones para implementar  mecanismos que ayuden a su conservación y recuperación. 

En la práctica poco se ha avanzado, pese  que existe un plan maestro de gestión integral de residuos sólidos, según ha informado el Ministerio de Medioambiente. 

 Sobre el tema, el responsable de la cuenca del altiplano del IPD-PACU, Rolando Irahola Frías, señala que en el Centro Piscícola de Tiquina se realizan constantes evaluaciones del PH del agua, que incluyen pruebas de nitrógeno, amoniaco, entre otros, y que los resultados están dentro de los parámetros normales.

“Aquí, además del control periódico, vivimos rodeados de totora y otras plantas que son filtros naturales, este es un sistema   que también protegemos”, explica Irahola.

bottom of page